Obsesión

Creemos que muchas cosas pueden ser el detonante de varias otras adversas, pero nunca creemos que sólo una puede marcarnos de por vida. No hablamos de un evento traumático, ni de un accidente en donde se lesionen la parte cerebral, o de un trastorno del conocimiento. De lo que hablamos es la simple y llana explicación de un evento que desata una reacción en cadena. Un evento inevitable. Una obsesión no comienza siendo mala, lo que la vuelve detestable es el evento al que se relaciona.
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Para el día en que Carlos se sentía devastado y ansioso, pero aun más, obsesionado, ya habían pasado más de 6 meses. Ya no había peligro, pero él quedaba con esa duda: ¿Y si aún puede que pase? ¿Y si aún no se ha limpiado del todo y un día de éstos de verdad ocurre? Ya no se regía por el simple pensamiento de, llegar al extremo, de culpabilidad, se dejaba llevar por esa desesperación de desconocimiento de no saber qué fue lo que pasó. Así que la única opción a la que pudo recurrir, fue la de contarle a su padre lo que había ocurrido.
-Oye, papá, tengo que contarte algo -pudo articular mientras se acercaba a su padre. Normalmente cuando hablaba se inclinaba un poco como un oriental. Era una conducta que había imitado de las películas. Le encantaban las películas tanto que, cada vez que ponía el disco en el reproductor de video, lo acariciaba y le daba un beso.
-¿Qué sucede? -respondió su padre, ya acostumbrado a esos movimientos sin parar por parte de Carlos.
-Tengo que contarte algo.
-Sí, dime.
Carlos pensó como comenzar pero no podía. No creía que diciendo las cosas como las pensaba fuera la mejor manera. Le sucedía a menudo, aveces podía tardarse minutos para continuar hablando, de la manera en que él creía correcta. Ésta vez, ya que él había decidido contarle todo, no lo pensó demasiado y habló.
-Bueno, todo empezó hace 6 meses con 15 días…
Era lunes y, como todos los lunes, Carlos salió a caminar y a trotar alrededor de la manzana. Tenía que dar 20 vueltas exactas. Su rutina ya establecida le daba 2 horas para ejercicio (de las 10 a las 12). Regresaba y se duchaba durante 30 minutos exactos (ponía una alarma que le avisaba cuando tiempo llevaba). Desayunaba durante otros 30 minutos, realizaba algunos deberes y descansaba en su cama, leyendo algún libro o escribiendo en su computadora personal.
Aquel lunes su ejercicio lo desgastó más de lo normal. Entró corriendo para no perder tiempo y entró a la regadera. Algo que lo paralizó fue ver que, de la manija para abrir el agua, colgaba la ropa interior de una mujer. Quedó congelado, no dijo ni una palabra, no hizo ni un leve movimiento, hasta que el zumbido de una mosca lo despertó de su letargo.
Lo primero que creyó pertinente hacer era quitarlo para no retrasar más el tiempo de su ducha, pero lo que terminó haciendo fue que, se colocó la toalla en el torso y otra en la cintura, salió del baño y buscó a su madre. La sorpresa lo volvió a congelar cuando vio a una mujer joven, casi de su misma edad. Era su prima, Sofía. Llevaba un vestido negro muy ajustado, una chamarra de cuero negro y lentes. Su ansiedad comenzó a aparecer y sólo balbuceó cuando ella le preguntó por qué iba así. Sofía sonrió y se fue al cuarto de invitados.
Ya que Carlos sabía que sus padres no hacían eso (lavar su ropa interior y dejarla colgada de la llave), dedujo que esa prenda sería de su prima. Además recordó que su cabello parecía mojado.
Volvió al sanitario y con un gran esfuerzo quitó la prenda y la colocó en una esquina. Logró bañarse con una gran ansiedad, volviendo su mirada a cada momento a la ropa que se encontraba tirada. Se imaginó a su prima y tuvo una erección que calmó con agua fría.
Los días siguieron y cada uno de ellos encontraba a su prima vestida de una manera que él consideraba provocadora. Cada día seguía con su rutina y todos ellos entraba y veía, colgados de la manija, una prenda de su prima. Algunas veces estaba mojada y otras ya se encontraba seca. Pero siempre los ponía en la esquina, los veía y se imaginaba a Sofía entrando con él, besándola y teniendo relaciones. Pero no ocurría nada de eso, sólo conservaba la erección hasta cambiar el agua caliente a fría.
Aquel día, un mes después de que su prima había llegado a su casa (había pedido ayuda pues en su casa había problemas entre sus padres), con la rutina a medias, supo que no podría aguantar más e hizo lo que había pensado hacer, el pensamiento que lo había invadido días antes, aún más que sus propias obsesiones. Entró al baño y se desvistió como todos los días, vio la ropa interior pero esta vez no se limitó a colocarla en el piso, no, la tomó entre sus manos y la comenzó a frotar en su miembro, excitándose cada vez más, imaginando una vez más que su prima entraba y lo abrazaba.
Terminó con su semilla empapando la ropa interior y sintió débil el cuerpo. Se duchó y lavó la prenda lo mejor que pudo. La puso en el mismo lugar de siempre y salió. Ahí fue donde todo comenzó.
El pensamiento que lo llevó a ser aún más compulsivo fue que, tras el hecho antes mencionado, creyó que algún residuo de su semilla había permanecido aún después del lavado de la prenda. Creía que si ella se ponía aquella prenda, algún espermatozoide vivo se internaría en Sofía y terminaría embarazándola. Y al menos ese pensamiento persistió conforme pasaba el tiempo y se creía más que podría haber pasado algo así.
Comenzó a limpiar aún más los objetos, a lavar mejor la ropa que colgaba de la manija y la que él se quitaba (con el hecho de que si ella quedó encinta de esa manera, tal vez podía embarazarse de otra manera, tal vez con sólo tocar las prendas).
La poca muestra de cambios de humor y de algunos indicios que le dieran a entender que no estaba embarazada hacían que creyera que de verdad había pasado tal cosa, y aunque escuchó de manera casual que ya había menstruado, no se convenció del todo por los hechos. Trató de acercarse a su familia pues no sabía como sobrellevarlo. Y con la angustia de saber si de verdad había quedado embrazada su prima.
Los días pasaban y se creía más la noticia de que él había provocado un embarazo a Sofía.
-…y eso fue todo.

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