100.- LOVE OF LESBIAN en Concierto de OCESA #Irrepetible
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El *Viernes 6 de Noviembre*, la banda española, *Love Of Lesbian*,
encandiló a todos los mexicanos que compraron un acceso para verlos en
directo gracias...
Ayuda (Parte 2)
El amor es un concepto extraño que, para unos, puede ser lo más hermoso de la vida pero que para otros puede ser lo peor que haya experimentado. Todo es cuestión de las situaciones que viva la persona “enamorada”. A veces nos ciega y a veces nos hace darnos cuenta de muchas cosas, pero la mayoría de las ocasiones nos procura conflictos. Con nosotros mismos y con los demás.
§
I
Isabel despertó con un sobresalto. La noche anterior había bebido lo suficiente como para cantar sin inhibición en el karaoke (cuando ella no cantaba ni en el baño), para bailar todas las canciones con sus amigas y con extraños que le pedían “una pieza para bajar la cerveza”. Todo lo que en previas fiestas era una prohibición por ella misma, lo había roto. Y rompió la que nunca quería, ni pensaba, olvidar: hacer amistades ni comenzar relaciones en fiestas.
Cuando ella y sus amigas habían salido para regresar a sus casas, un chavo se acercó y le habló a Sandra (una de las dos amigas de Isabel que la acompañaban, la otra era Mariana).
-¿Cuándo la otra?
-Pues tú pon casa y vamos todos.
-Ya estás. -Hizo una pausa y observó a su amigas-. También las llevas, será para todas las edades.
-Claro. Tú di cuando y ya estás.
Uno de los amigos del chavo se acercó y le dijo que ya se irían.
-Esperen cinco minutos, estoy hablando con las señoritas.
Las tres mujeres comenzaron a reírse pero una de ellas, Isabel, no apartaba la mirada del chico que había aparecido para llevarse a su amigo. Y él le correspondía a su mirada. Había aparecido una conexión que culminó en el conocimiento de sus nombres.
-¿Señoritas? Damas, por favor -dijo Sandra siguiendo con el juego-. No los he presentado, ¿verdad? Disculpe mi error. -Dio un paso a un lado e hizo la presentación-. Ella es Mariana -la señaló y su amigo la saludó con un beso en la mejilla- y ella es Isabel -haciendo lo mismo que con Mariana-.
-Mucho gusto. Yo soy Andrés, para servirles en lo que sea. -Hizo una pequeña reverencia y las mujeres sonrieron-. Y éste de aquí es Gabriel.
Gabriel las saludó con un movimiento de mano y se despidieron.
Cada grupo se dirigió a una dirección con sus propias discusiones. En el lado de los hombres se hablaba de la fiesta, en el lado de las mujeres sobre los hombres que asistieron; pero Gabriel e Isabel no dejaban de pensar en el otro.
-¿Cuándo la otra?
-Pues tú pon casa y vamos todos.
-Ya estás. -Hizo una pausa y observó a su amigas-. También las llevas, será para todas las edades.
-Claro. Tú di cuando y ya estás.
Uno de los amigos del chavo se acercó y le dijo que ya se irían.
-Esperen cinco minutos, estoy hablando con las señoritas.
Las tres mujeres comenzaron a reírse pero una de ellas, Isabel, no apartaba la mirada del chico que había aparecido para llevarse a su amigo. Y él le correspondía a su mirada. Había aparecido una conexión que culminó en el conocimiento de sus nombres.
-¿Señoritas? Damas, por favor -dijo Sandra siguiendo con el juego-. No los he presentado, ¿verdad? Disculpe mi error. -Dio un paso a un lado e hizo la presentación-. Ella es Mariana -la señaló y su amigo la saludó con un beso en la mejilla- y ella es Isabel -haciendo lo mismo que con Mariana-.
-Mucho gusto. Yo soy Andrés, para servirles en lo que sea. -Hizo una pequeña reverencia y las mujeres sonrieron-. Y éste de aquí es Gabriel.
Gabriel las saludó con un movimiento de mano y se despidieron.
Cada grupo se dirigió a una dirección con sus propias discusiones. En el lado de los hombres se hablaba de la fiesta, en el lado de las mujeres sobre los hombres que asistieron; pero Gabriel e Isabel no dejaban de pensar en el otro.
II
Isabel despertó con un sobresaltó. Se sentía drogada (aunque nunca lo hubiera estado). Sus ojos se abrían lentamente y la visión era borrosa. Aun después de tenerlos abiertos por completo seguía sin ver bien. Quiso tocar sus ojos pero se dio cuenta que no se podía mover. Ni manos ni pies tenían libertad, algo los mantenía quietos, sujetos, y cada vez que trataba de zafarse aumentaba el desconcierto y el miedo. Aumentó más cuando recordó qué había pasado y llegó a un punto máximo cuando una sombra apareció en frente de ella y le habló.-Buenos días, princesa.
Isabel escuchó su voz y recordó a quien pertenecía, dónde estaban y cómo habían llegado a esa situación. Se asustó más y trató de gritar pero obtuvo el mismo resultado que con sus extremidades: ni un solo sonido.
-No te preocupes -habló la voz-, estarás bien. Las primeras horas fueron difíciles, te pusiste a gritar y a golpear así que te tuve que dormir. Pero no pasa nada.
Cuando Isabel oyó eso pensó “¿Cuánto tiempo llevó así? ¿Qué día es? ¿Dónde está mi madre?”. Todos esos pensamientos brotaron de golpe y se fueron de la misma manera cuando la sombra volvió a hablar.
-Te traje comida. Un sándwich, como los que te gustaban cuando los compartíamos. Ahora los he vuelto a preparar. Espero que te guste. -Le quitó la venda de la cara y le acercó el sándwich a la boca. Ella lo mordió y sintió que un hambre atroz le comenzaba a crecer desde el estómago-. También te traje el agua de limón que te gusta. -Le acercó un vaso con un popote y sorbió bastante líquido. De pronto también se sintió sedienta.
Isabel comenzó a sentir que las fuerzas volvían pero no lo suficiente para lograr zafarse de las ataduras. Gabriel se sentó a un lado y comenzó a hablar de nuevo.
-Recuerdo la primera vez que te vi, en aquella fiesta. Te veías hermosa, con tu cabello alborotado pero hermoso, con tus ojos café, con tus labios de un rojo carmesí que resaltaba tu piel chocolate (y a mí que me encanta el chocolate), me encantaste desde la primera mirada. Y supe que debería de seguir en contacto contigo. Y por eso fue que comencé a hablar más con Sandra y de ahí pude llegar a estar contigo. -Bebió de un vaso y continuó-. Desde ese día que te dije que me gustabas, y tú me respondiste que también, fui feliz. Me gustó que aceptaras salir conmigo y que también aceptaras ser mi novia. Y todo estaba bien. Pero no sé qué fue lo que pasó con nosotros que hizo que termináramos. -Le volvió a acercar el sándwich a Isabel y ella lo mordió con hambre-. Me parece que sigues estando confundida pero ya verás que todo lo que hago es por tu bien. Seguiremos juntos. No tienes nada de qué preocuparte, yo te cuidaré.
-Recuerdo la primera vez que te vi, en aquella fiesta. Te veías hermosa, con tu cabello alborotado pero hermoso, con tus ojos café, con tus labios de un rojo carmesí que resaltaba tu piel chocolate (y a mí que me encanta el chocolate), me encantaste desde la primera mirada. Y supe que debería de seguir en contacto contigo. Y por eso fue que comencé a hablar más con Sandra y de ahí pude llegar a estar contigo. -Bebió de un vaso y continuó-. Desde ese día que te dije que me gustabas, y tú me respondiste que también, fui feliz. Me gustó que aceptaras salir conmigo y que también aceptaras ser mi novia. Y todo estaba bien. Pero no sé qué fue lo que pasó con nosotros que hizo que termináramos. -Le volvió a acercar el sándwich a Isabel y ella lo mordió con hambre-. Me parece que sigues estando confundida pero ya verás que todo lo que hago es por tu bien. Seguiremos juntos. No tienes nada de qué preocuparte, yo te cuidaré.
III
Isabel se despertó de un sobresaltó. Un sonido lejano había captado su atención. Su oído comenzaba a percibir cada ruido y logró discernir una guitarra. “Tal vez sea mi hermana que puso música”, pensó y trató de volver a dormirse pero no pudo. Se levantó y escuchó que la música aumentaba. Se asomó por la ventana y vio a Gabriel tocando la guitarra, acompañado de otros más con sus instrumentos, y de pronto comenzaron a cantar Las Mañanitas. “Le dije que no lo hiciera”, se dijo a sí misma, “ojalá nada más sea esa canción”, pero no, a esa le sucedieron varias más. Isabel sonrió pero prefería no hacerlo.
Cuando el silencio por fin llegó Gabriel tocó la puerta y ella le abrió. Él le dio un ramo de rosas y ella seguía con una sonrisa que no precisaba alegría.
-Feliz cumpleaños.
Sin mediar palabra Gabriel se metió en la casa y colocó las rosas en un florero improvisado. Para cuando él miró a Isabel se dio cuenta que ahora ya no sonreía.
-Tenemos que hablar.
-Feliz cumpleaños.
Sin mediar palabra Gabriel se metió en la casa y colocó las rosas en un florero improvisado. Para cuando él miró a Isabel se dio cuenta que ahora ya no sonreía.
-Tenemos que hablar.
IV
Isabel se despertó con un sobresaltó. El dolor de la cachetada que le había propinado Gabriel aún se sentía. Él le habló:-Mira, te tengo una sorpresa. -Se levantó de la silla y movió a Isabel para que su mirada quedara directamente hacia el clóset-. Tal vez no te lo hayas preguntado, y si no, yo lo haré por ti. ¿Por qué nadie ha venido a rescatarte? La respuesta es sencilla: están muertos. -Abrió la puerta del clóset y del interior se deslizaba algo. Un cuerpo, dos cuerpos. Su madre y su amigo se encontraban muertos-. No quiero que pienses que hago esto porque no te ame, al contrario, es para cuidarte, para ponerte a salvo, para que sólo estemos juntos nosotros dos.
Ella lloró como pudo. Sus lágrimas humedecieron el paño que cubría parte de su rostro.
-¿Y sabes qué hice con tus amiguitas? Adivínalo. No es tan difícil hacerlo después de haberte mostrado esto. ¿No lo crees?
Los gritos querían salir pero morían dentro de su garganta. Ni un sonido gutural podía ver la luz.
-¿Y sabes qué hice con tus amiguitas? Adivínalo. No es tan difícil hacerlo después de haberte mostrado esto. ¿No lo crees?
Los gritos querían salir pero morían dentro de su garganta. Ni un sonido gutural podía ver la luz.
V
Isabel despertó con un sobresaltó. Era de mañana y su débil cuerpo había tiritado por el frío de la noche. Habían transcurrido varios días y otras tantas noches (según Gabriel sólo fueron dos semanas, pero sabía muy bien que habían sido más). El hambre y la sed aumentaba y se reducían drásticamente dando paso al miedo. Tal vez se había rendido o sabía que nadie acudiría en su rescate. Tal vez Gabriel, un día, se arrepintiera de lo que había hecho. Tal vez…
Pero no podía vivir con un “tal vez” para cada día, necesitaba pensar y hacer algo antes de morir. Se quedó dormida pensando.
VI
Isabel se despertó con un sobresaltó. En el sueño había caído del cielo, en la realidad había sido tan fuerte su espasmo que la silla volcó y se golpeó el costado. Ya llevaba días sin comer ni beber nada. No había visto a Gabriel en ningún momento hace ya tiempo. Su estómago gruñía como un poseso. Su boca seca parecía un desierto. Ni el sudor aparecía para calmar un segundo su sed. Las manos se encontraban dormidas al igual que sus pies, la sangre ya no corría de manera normal por sus venas. Sus ojos, que antes eran hermosos, ahora estaban en el centro de una gran mancha negra. Su cabello, que antes se veía alborotado pero vivo, se encontraba alborotado y muerto, quebradizo y sucio.
Gimió de dolor al caer, pero el dolor que más le pareció aterrorizante fue el de la muerte. ¿Cuánto más debo permanecer aquí? ¿Cuánto tiempo más estaré aquí?
Y como si invocara a la muerte, ella llegó a su límite, respiró lo más profundo que pudo y el aire que entró ya no salió en una exhalación conciente.
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