Apuntes Del Subsuelo

Era un funcionario, pero después de veinte años ya no tiene trabajo. Se sabe a sí mismo que le duele algo pero no sabe que es, no le importa estar peor de salud. No le gusta tratar con la gente y cuando se acercaba una persona a su despacho (cuando era joven y tenía trabajo) las disgustaba para que se largaran. Siente que no puede ser ni bueno ni malo, siempre habrá factores que lo nivelen entre los dos. Cree que nadie vive demasiado. Parece que no le importa nada, solo sobrevivir.
     «¿De qué puede hablar un hombre honrado con la mayor satisfacción? Respuesta: De sí mismo».
«Tener una conciencia sobradamente sensible es una enfermedad». Es mejor utilizar una cuarta parte, o menos, del cerebro como lo hacen los hombre promedio, de las ciudades abstractas e intencionales. No con tener una conciencia grande sino con sólo tener una porción es una enfermedad. Siente un deleite al saber cómo es, saber qué es en sí mismo, y a partir de ello saber que a pesar de que pudiera ser otro no lo haría, el conocerse y disfrutar ese deleite se lo impide.
La gente que se venga de otras sólo arremete contra ese sujeto mientras dura el sentimiento. Este acto de venganza, el hombre normal, lo toma como una cuestión de justicia. En cambio, el ratón, un hombre-probeta (creo yo, un hombre al que le importa lo que diga la sociedad), se deja llenar de dudas y preguntas hasta que éstas, y los escupitajos de los hombres, le llenan de pies a cabeza, internándose en su agujero subterráneo donde se llena, y añade, de más detalles que salen de su propia imaginación. No trata de vengarse pues piensa que sufriría más él que la presunta víctima. En esa poca desesperación y poca esperanza es donde yace el meollo del placer antes mencionado. El hombre debe aceptar lo que se le ha demostrado o, en su defecto, tratar de demostrar lo contrario.
     «La cuestión está en comprenderlo todo, en tener conciencia de todo, de todas las imposibilidades, en no resignarse».
El placer llega, y está, de todas partes, hasta en un dolor de muelas. El dolor hace que nos quejemos y esos quejidos expresan placer, pues si no lo sintiera no se quejaría.
«¿Acaso un hombre que goza de su propia humillación pude tener una pizca de amor propio?». No habla de una especie de remordimiento. Cuando se utilizan los remordimientos y las excusas son una mentira horrible, hipócritas. Éstos (remordimientos y disculpas) nacían por querer vivir de algún modo. Se quería representar un papel pero se termina ofendiéndose. La aburrición hace que una persona llegue a hacer tantas cosas como sea posible, de ella se comienza pensando para luego darse celos (en el amor), enojarse (por cualquier cosa), etc. Es ese afán premeditado de no hacer nada.

«Tanto los individuos voluntariosos como los hombres enérgicos son activos porque son estúpidos y limitados». ¿Cómo explicarlo? Toman por causas primarias las causas secundarias y fácilmente se tranquilizan quedando seguros de sí mismos. Y, ¿cómo estar completamente seguro de sí mismo? Un ejemplo es la venganza: uno se venga tomando como causa primaria la justificación, así se siente tranquilo. En cambio, uno puede tener como causa primaria el resentimiento. Pero, ¿y si no se siente resentimiento? Se tira de golpes con la cabeza a un muro de piedra.
Reconocemos como ventajas la riqueza, la comodidad, la libertad, la tranquilidad, etc., de modo que el individuo que obra abierta y deliberadamente en contra de éstas ventajas sería un loco de atar. Pero hay una ventaja que no entra en la lista (una ventaja soberanamente ventajosa, nos dice), destruye los sistemas para que el hombre, en su inevitable esfuerzo, sea noble y virtuoso. El hombre, se supone que, al evolucionar va aprendiendo cosas pero no es así. Antes exterminar era una barbarie y aún lo es, y peor, porque el hombre es fenomenalmente estúpido. Su propia voluntad, a lo que le llaman deseos y caprichos, elegir hacer las cosas o no, es la más preciada ventaja que se ha pasado por alto.
Cuando una fórmula matemática explique nuestros deseos dejaremos de desear, dejaremos de ser un hombre, desaparecerán nuestros deseos, pues cuando nuestros deseos concuerden con nuestra razón lo razonaremos y no lo desearemos. Si le diéramos riqueza y libertad a un hombre para que no haga nada, ése lo hará pero de modo en que llegue a un extremo repugnante pues está guiado por sus sueños y su estupidez. El hombre, aunque sea una fórmula matemática, tratará de salir de ella y probar lo contrario. El hombre querrá demostrarlo.
«El hombre es una criatura frívola, a la manera de un jugador de ajedrez, gusta solo del proceso de llegar a la meta, y no de la meta misma». El hombre busca y su vida consiste en ir hacia ella (hacia la meta), pero cuando haya encontrado lo que busca, no tendrá otra cosa que buscar. El hombre, en una palabra, es cómico.
Heine afirma que la autobiografía veraz es punto menos que imposible y que un hombre probablemente nunca dirá la verdad sobre sí mismo. Aunque eso es una confesión pública. ¿Por qué escribirlo y no solo recordarlo? Hay millones de razones pero uno se juzga más severamente a sí mismo por escrito. Además, puede que uno se sienta aliviado al escribirlo. Es ésto lo que hace el protagonista de Apuntes Del Subsuelo.
Tenía veinticuatro años y trabajaba en una oficina. No le gustaba congeniar con sus compañeros pues veía que a ellos nos les importaba su impresión moral. Los veía como borregos y él se sentía desarrollado intelectualmente. Lo que le preocupa es que no se parecía a nadie y nadie se parecía a él. «Yo soy uno y ellos son todos», pensaba. Toda su susceptibilidad se esfumaba en un abrir y cerrar de ojos.
Alguna vez comenzó a platicar con sus colegas, a beber, a jugar, pero llegaba el momento en que volvía a estar solo. En su casa pasaba el tiempo leyendo, le excitaba, le deleitaba, lo atormentaba. Pero tenía una angustia: sentía una sed insaciable de conflictos y contrastes. Una vez vio a un puñado de hombres en una taberna arrojar a otro por la ventana y él quiso ser ese hombre. Lo que tiene es valor físico pero lo que le falta es el valor moral.

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Siendo honesto (conmigo, con usted y con los demás que puedan leer esto), este libro me gustó demasiado, siento que plasma varias cosas que pienso, que siento y que hago. El personaje principal es antisocial pues prefiere estar solo que estar acompañado, él ve a la gente como un estorbo y yo la veo casi como estúpida (y conste que no digo que yo no lo sea), pero lo que él ve es que no le importa como sean, ellos siempre son felices con esa ignorancia, y yo creo lo mismo, a pesar de que nunca dudan, o más bien, se conforman con lo simple, son felices, en cambio nosotros al dudar, perdemos esa felicidad. También, en la parte de su soliloquio, abarca temas desde la verdad, la soledad, la sociedad, el amor, etc., cosas que para él y para mí a veces son absurdas o a veces son parte de una vida que no las aprovecha o que no sabe que existen a pesar de conocerlas.
También hay una parte, en la vivencial, en que trata de volver a platicar con un compañero de su infancia (sin tantas ganas), y al tratar de querer vivir como ellos, de ser como ellos, se enfrenta con un egoísmo interno, con una venganza interna y no se puede desarrollar bien en ese aspecto, siendo hasta un punto paranoico, algo parecido a lo que me sucede, cree que todas las personas están o en contra suya o simplemente hacen como si no existiera. No se desarrolla bien socialmente. Lo cual sucede cuando se molestan y lo dejan solo, él por orgullo se queda en el lugar, eso a veces me pasa, no tanto porque se necesite a alguien pero es por una venganza propia, saber que los demás te necesitan más a que a ellos mismos, aún sabiendo que eso no es verdad, que suele ser al revés.
Pues, a pesar de que me encantó el libro, y que parece una parte de mi vida, no tengo otra cosa más que decir, todo lo que escriba ya sería repetitivo.

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Título Original: Zapiski Iz Podpol’ya
Autor: Fiodor Dostoyevski
Año: 1864
ISBN: 978-84-206-6448-4
Páginas: 184

FRASES
• Yo imaginaba aventuras, inventaba una vida para poder vivir de algún modo.
• Antes veía justicia en el derramamiento de sangre, y con la conciencia tranquila exterminaba a quien necesitaba exterminar; ahora por el contrario, aunque juzgamos abominable el derramamiento de sangre, lo practicamos mucho más a menudo que antes.
• Porque llegado el día en que un deseo concuerde enteramente con la razón, entonces, por supuesto, razonaremos y no desearemos, porque es a todas luces imposible desear lo que no es sensato, lo que va contra la razón y redunda en nuestro propio prejuicio.


Calificación: 9.5/10

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