La Educación (O El Control Masivo A Través De La Sociedad Y Las Instituciones)

Y empecé a cuestionarme mi falta de acción,
Y pensé esto es cosa de la educación.

La Educación
Abraham Boba
En todos los países hay gente que se mete en problemas. Desde los que son sorprendidos robando minucias en supermercados o en tiendas de conveniencia, hasta los que se autodenominan profesionales, quienes asaltan grandes empresas o bancos. Entre todos ellos hay un común denominador que varias personas dejan de lado concentrándose en el delito: la educación. Siempre hay elementos que nos hacen comportarnos así, pero la educación es la que regula nuestra manera de proceder en cada situación. La educación es ese grifo que hace que salga de manera moderadamente cada comportamiento.
Ésta (la educación) nos sirve para formarnos una ética y moral desde la infancia. Es una regla que nos indica hasta qué punto podemos hacer algo y cuáles son los límites de aquellas acciones. Desde la infancia nos enseñan a seguir reglas, a acatar las normas que nuestros padres nos dictan, a obedecer y a quedarnos sentados como nos lo dicen los maestros. Pero, ¿es esto lo que define la educación en su plenitud?
La educación nos proporciona varias maneras de entrar en la sociedad, una de ellas es seguir las normas (como ya se dijo anteriormente). Con ellas se mantiene un orden entre las personas, no sólo desde la perspectiva de ser buena persona y ayudar a la gente, sino también llega al aspecto laboral, pues en él se educa a que cada trabajador se encargue de una labor en específico, quedando relegado a un movimiento infinito, monótono e inmóvil. Es por esto que el propósito de este escrito es dar un panorama de la educación en sus diferentes ámbitos y en las diferentes áreas en las que implica y donde tiene una influencia trascendente.
Ibáñez (2007) define a la educación como “el proceso de formación de los individuos dentro de ciertos patrones convencionalmente valorados, encontrándose íntimamente vinculado a la reflexión teórica sobre los fenómenos de comportamiento individual y en grupo, su descripción e investigación”. Por su parte, Vázquez, partiendo de las definiciones dadas por Coombs y Ahmed (1975), extrajo cuatro criterios que sirven para diferenciar la educación formar, la no formal, y la informal.
Comenzando con la educación informal, podría poner como ejemplo al grupo primario por excelencia: la familia. Desde que el niño está en el vientre materno, la madre predispone expectativas hacia el niño: que si va a ser moreno, que si va a ser listo, que si será alto, que si tal o que si cual característica. Pero todos sabemos que cada esperar a que el hijo sea de tal manera son las ganas que tienen los padres de que sea así. Los deseos que tiene uno sobre ellos son los deseos incumplidos que cada uno tiene sobre sí mismo.
La educación informal que comienza desde la familia es todo el conjunto de valores y normas que se convierten en el seguir diario del niño. Los valores no son sólo los que los padres se dedican a transmitir a los niños, también son todos aquellos que la sociedad ha impuesto. Desde la responsabilidad que tiene uno sobre sus acciones y sus consecuencias, hasta el respeto de aceptar a cada una de las personas que se encuentran en una convivencia en la sociedad. Es de ahí que se desprende lo que comentaba anteriormente, si no se sigue una rigidez constante en los valores y creencias uno puede llegar a transgredirlas y terminar en la cárcel.
Pero ¿cómo saber cuáles son los valores que una sociedad debe tener? Es una respuesta un tanto ambigua ya que la educación, así como otras áreas, es subjetiva. La educación se imparte de una manera en que cada persona es responsable de lo que transmite. Y cada una de ellas está bajo la educación anterior que le dieron, y esa de una anterior, y esa de otra… ¿Acaso la primera educación fue la que provocó el derrumbe de la educación actual? Cada madre, cada padre, cada pareja, desde que se sabe la noticia de que se espera un hijo, cada uno tiene expectativas en él: que si va a ser inteligente, que si se parece a alguien de la familia, que si será doctor, bombero, policía o cualquier especialista, porque será el mejor de lo que él (o los padres) elijan.
Las decisiones que uno toma en base a lo que creen que beneficie al niño con los primeros rasgos de una educación, si bien no es directamente hacia el niño, al nacer se le darán aquellas reglas de la que uno se basará en toda su vida. Los mismos cuidados que una persona le tiene a los bebés o cualquiera forman parte de una educación informal. Y aún lo es más toda la serie de valores de normas y leyes que se aplican a una sociedad en la que se encuentra.
Salamon (1980) nos da una explicación de lo que reunió con base a una investigación detallada. En su trabajo nos divide la educación en tres panoramas que inmiscuyen la formación social: la perspectiva funcionalista, en la cual nos basaremos en las siguientes palabras. Ésta abarca la función de hacer un ser humano social, de comenzar a llevarlo por las maneras en que deberá crece y seguir las reglas, aunque aún sin conocerlas del todo.
El ser humano da por hecho bastantes cosas, y al hacer en un determinado lugar está sujeto a la “aceptación” de varias cosas implícitas. Un ejemplo es la gravedad. Todos nacemos y al salir del útero de la madre entramos en un campo que nos atrae infinitamente al centro de la tierra, pero pasamos inadvertidos sobre ello hasta que conocemos la situación. De este modo también nacemos inmersos en una cultura en donde lo ideal es ser como quieren los demás. Al nacer (y como ya lo decía anteriormente) traemos con nosotros una serie de expectativas que serán cumplidas o no con el paso del tiempo. Si lo hacemos estamos en la norma aceptada. Si no lo hacemos nuestros padres y la sociedad se encargarán de hacernos aceptar y seguir aquellas reglas. A esto se refiere “socializar”, a estar en contacto con otras personas aceptando su cultura y poniendo la “nuestra” junto con ellos, pero con un límite de contacto en el que se delimitan las acciones que uno puede hacer y lo que no se debe hacer, algo que en psicoanálisis llamamos Yo, Ello y Superyó.
Crecemos y comenzamos a estar en instituciones, y nuevamente ahí nos educan a seguir normas, a seguir un modelo establecido que puede no adecuarse (y que no lo hace) a nuestras necesidades ni a la de los demás, pero debemos permanecer en él, porque si no se comienza con una etiquetación que conlleva a un aislamiento social. Desde los niños que comienzan a ser más activos que otros, hasta los que son tranquilos, pasando por aquellos que prefieren hacer actividades deportivas y los que prefieren sólo escribir o leer, son llamados de una manera en específico, ahondando en las actividades que realizan y no en una gestalt personal. Desde ya nos estamos acostumbrando a una resistencia social impugnada por otros, y a una represión que comenzará a crecer y lo seguirá haciendo mientras crezcamos.
Entonces, ¿dónde queda nuestra educación? ¿En qué parte estamos nosotros y nuestras ideas y deseos y satisfacciones y necesidades? Para ellos se encuentra la segunda perspectiva: estructural-funcionalista. En ella nos ponemos a las normas y leyes como primer plano y a una movilidad social que repercute en nuestra vida, desde la niñez hasta la adultez. Savater (2002) nos explica que: Si el mundo fuera bueno, si predominas en aquellos valores que deseamos que prevalezcan, si toda la inmensa mayoría de los seres humanos fuesen habitualmente sinceros, tolerantes, solidarios, abiertos a la creación, si eso fuera el ser humano habitual normal y lo que predominara en los espectáculos y en la televisión no les haría falta educarles esas cosas. Simplemente les diríamos: hijo, sal y haz lo que veas. Pero el problema es que no podemos dejar, no podemos decir simplemente sal y haz lo que veas, sino que, a pesar de lo que veas, esto es lo que deberías hacer, esto es lo que tienes que saber para poder enfrentarte a lo que veas y poder obtener lo mejor de lo que existe y lo que hay, no dejarte llevar por lo peor sino descubrir lo mejor de lo que hay.
Quizá la gente está del todo acostumbrada a seguir órdenes, a seguir una serie de mandamientos para una vida sana o para lograr objetivos o metas, pero una cosa es mantenerte a raya y otra hacer las actividades que a uno nos gustan sin fijarnos en ello. Y es cuando comienza lo complicado de entender. Cuando estamos en casa y aun no convivimos más que con hermanos, sobrinos o vecinos, estamos poniendo en práctica todo lo que nuestros padres nos han enseñado sobre los valores. Pero cuando entramos a una institución, ya sea preescolar o primaria, nuestros esquemas se ven alterados y surge una contradicción.
Nos enseñan a respetar, pero nadie respeta; nos enseñar a ser responsables, pero nadie se responsabiliza de sus acciones; nos enseñan que hay que ser solidarios y apoyarnos entre todos, pero hay un mayor porcentaje de la gente que prefiere ser competitiva y hacer lo que sea para ganar y ser el mejor que lo enseñado no funciona. Hay un choque entre lo anterior y lo nuevo. Por ejemplo: nos dicen que hay que respetar a los niños que tienen dificultad para aprender, que nadie aprende todo de la misma manera que lo hacen los demás, que hay diferentes maneras de enseñar las materias, pero hay una discriminación cultural en ello.
Hay niños que son apartados de los demás sólo por quedar debajo de una prueba o en estadísticas, y eso le acarrea problemas a la larga. Ya lo dice Bowles y Gintis (1999), un problema mayor es la medición (que todos dan por norma) del coeficiente Intelectual (CI). Creen que al obtener una cifra alta o baja se puede etiquetar a los niños (o a las personas en general) de sabias, inteligentes o tontas. Dan por hecho que una cifra puede describir todo lo que la persona está pasando, por lo que pasa y cuál es su modo de aprendizaje. El CI sólo es una cantidad basada en la solución de problemas temporales que hay en una prueba, que sólo se aplica en un momento determinado, y lo peor es que toman el resultado como una generalización de lo que debería ser una parte del todo.
La comparación no está sólo en la educación. Está en todas partes pero afecta en todos los ámbitos sociales y culturales. El vivir (o nacer) en una región puede ser un determinante de las oportunidades que tiene alguien para ser un alumno de cualquier institución. El ser de una raza en específico, el ser de una familia con recursos o sin recursos, el ser hombre o mujer, son características que los que tienen el mando se aseguran de observar para dar alguna oportunidad a los alumnos potenciales.
Bordieu (1986) explica que las diferencias entre estas características sí puede determinar las oportunidades que las personas tienen para crecer y ser alguien productivo en la sociedad, pero yo no estoy de acuerdo. Sí puede tener consecuencias el vivir o ser de un área en específica, como el estar en el campo o en la ciudad, en cada uno de ellos hay diferentes posibilidades de crecer, o no. Por ejemplo, las escuelas en el campo no tienen las mismas características que las de la ciudad, pueden tener escasez de bancas, de herramientas, de materiales para que los niños tengan un mejor aprendizaje, o si quiere un aprendizaje. En cambio, las escuelas citadinas cuentan con tecnología, que, si bien no es tan avanzada como en los países de primer mundo, es una buena herramienta que permite la búsqueda de información momentánea.
El analfabetismo, la inasistencia escolar por varios motivos, o el abandono del estudio por diferentes maneras, son las características que hacen a este país una entidad “pobre” en competencias internacionales. En el país se cuenta con un gran porcentaje de población indígena y ellos no tienen las mismas oportunidades que los demás, por ello, cuando se hacen estudios o pruebas para conocer el porcentaje de alfabetización, el resultado es bajo. Ya no hablemos de español, matemáticas o de lectura, en ámbito general, México es un país rezagado en educación. Tal vez, como lo diría Andere (2003), son mitos que la población crea a través de unas falsas lecturas de los resultados o de la sociedad. Pero fuera así o no, el país tiene una deficiencia clara en este ámbito.
En estos mitos que se proponían estaba la falsa creencia que no se invierte un mayor porcentaje económico en la educación, siendo que, gracias a investigaciones, es el mayor gasto en el país. También se habla de las grandes responsabilidades que tiene el docente para con los alumnos, y en ello puede haber un poco de verdad, pero la educación no basta con que un docente esté bien preparado para ofrecer un aprendizaje adecuado, también debe haber una disposición del alumnado.
En cuanto a los docentes se tiene un grave problema. Hargreaves (2005) nos comenta que hay una serie de paradojas que envuelven al momento histórico en el que estamos: la postmodernidad. Si tomamos en cuenta la paradoja llamada El Final De Las Certezas, y la localizamos en la educación, fácilmente podemos verla en los docentes. Ese es el problema que notamos. Los profesores tienen por vocación (o sólo por profesión) transmitir todo aquel aprendizaje que está en el programa educativo (si ya de por sí eso no es más que el control de la sociedad bajo la educación, algo que está mal pero que a todas luces se deja pasar), ellos se dejan llevar, ya sea por sus emociones o por su pasado o por sus expectativas de un alumnado perfecto que cubra sus intereses y esperanzas (para saber que sirven como profesores o sólo para cobrar un sueldo). En ella hay un proceso de transferencia y contratransferencia, en donde las gamas de expectativas entre el alumno y el docente sufren un choque y entre los dos hay una serie de consecuencias, buenas o no, para el aprendizaje. La transmisión de información que dan no es lo que está apegado al programa, es lo que ellos creen que deberían enseñar. ¿Por qué? Seguramente porque ellos creen que es “verdad” lo que enseñan. Esa es la esencia del final de las certezas: que toda aquella información que aparece, se crea, se toma por cierta y se transmite a través de la gente, creyendo que es verdad, pero no, o lo es pero sólo para algunos.
Cuando las personas crecen más y están bajo la transmisión de aquel aprendizaje, se haya una fuente de datos “errónea” que, junto con lo aprendido desde la infancia hasta la adultez, se llegará a practicar con resultados nada agradables. Una paradoja que tiene algo que ver con ello es la del Yo Ilimitado, en donde la persona se cree que tiene todo el potencial de hacer las cosas que puede hacer, teniendo la información (ya sea errónea o verdadera), teniendo un margen de acción (normas y leyes sociales) y un campo de acción (sociedad). Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando lo hace? No pasa nada. Hay una represión moral.
Como lo puntualizamos anteriormente, las personas creen que están en un derecho de libertad cuando creen que pueden hacer cualquier cosa, trabajar en lo que quieran (siempre y cuando tengas habilidades para ello, y ¿qué se los da? Una educación que nunca llegó) o ser lo que siempre han querido ser. Pero la sociedad no necesita a aquellas personas.
El control social comienza desde la infancia, cuando tenemos días de nacido y nos enseñan a seguir pasos y reglas para comportarnos de manera “adecuada” ante situaciones nuevas. Cuando crecemos y estamos en contacto con las primeras personas ajenas a nuestro entorno familiar, debemos adoptar ese modelo para evitar comportarnos de una manera en que los demás no vean que es malo. Y cuando llegamos a una juventud o adultez, ya nada puede hacerse para “liberarnos” de unas cadenas invisibles impuestas por la sociedad. Es una represión individual-social.
Varias investigaciones, varios materiales audiovisuales demuestran que, cuando la moral de la sociedad se relaja un poco, la educación que se ha impuesto, desaparece por completo. Un ejemplo indicado, en la literatura, es El Señor de las Moscas de William Golding (1954) en el cual un grupo de niños se encuentran náufragos en una isla y, sin adultos que pueda mediar su comportamiento, comienzan a hacer todo tipo de conductas. Las primeras comienzan a ser de acuerdo a la base social: crear grupos para sobrevivir juntos, crear una fogata para que los salven, cazar para comer, todas ellas con la clara convicción de vivir y permanecer vivos. Pero mientras pasa el tiempo, todos comienzan a descuidar sus actividades, y como no hay nadie que les refriegue dichas actitudes, toman la libertad y la extienden hasta el punto de no seguir reglas, descuidar los planes de salvación y exagerar algunas conductas, como la es la de salvajismo.
¿Qué pasaría si la educación no fuera tan fuerte como para ejercer el control social y dejar que pasara eso? ¿Qué sucedería si las huelgas o las manifestaciones consiguieran un resultado positivo? La sociedad caería y la educación con ella. Otro ejemplo claro, sobre lo último descrito, es la película The Purge (2013) que, si bien es ficción, nos ofrece un panorama de lo que podía ser una sociedad con un día en el que todas las personas pueden olvidarse de la educación y violentarse con quienes quieran, dejando de lado valores, reglas y leyes.
¿Cuál es el punto de observar los efectos de una sociedad sin educación si comenzamos a hablar de la importancia de ésta? Pues la misma pregunta tiene la respuesta. La educación controla a nuestro Yo. La educación es el medio para controlar las conductas que la sociedad impone para que sea funcional. La educación es la herramienta para moldear a la gente para que quepan en sus envases en los que estarán durante toda su vida. La educación es aquel saber cierto que se convierte en incierto con el paso de los años.

REFERENCIAS
Andere, E. (2003). La Educación en México: un Fracaso Monumental, México, Planeta Mexicana.
Bordieu, P. (1986). La escuela como fuerza conservadora: desigualdades escolares y culturales, en: P. de Leonardo.La nueva sociología de la educación. México. El Caballito.
Bowles, S y Gintis, H., (1999). La meritocracia y el Coeficiente Intelectual: una nueva Falacia del Capitalismo. (El CI en la estructura de clases de Estados Unidos), en: Gartner, A., Greer, C., y Riessman, F. Nuevo ataque contra la igualdad de oportunidades: cociente intelectual y estratificación social. Madrid. Morata pp. 15 –68.
Coombs, P. H. y Ahmed, M. (1975). La lucha contra la pobreza rural. El aporte de la educación no formal. Madrid: Tecnos.
Golding, William (1954). Lord of the Flies (Print Ed.). Boston: Faber & Faber
Hargreaves, A. (2005). Profesorado, cultura y posmodernidad. Madrid: Morata. Pp. 64-116.
Ibáñez, Carlos. (2007) “Metodología para la planeación de la educación superior. Una aproximación desde la psicología interconductual”, Mora-Cantua Editores, México.
Salamon, M. (1980). Panorama de las principales corrientes de interpretación de la educación como fenómeno social. Perfiles educativos, No. 8. pp. 3-24.
Savater, F. (2002). La educación y los valores de la ciudadanía, en: Ornelas, C. Valores, calidad y Educación: Memoria del primer encuentro internacional de educación. México, Santillana. pp. 21-85.
The Purge. (2013). Hollywood.

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