El Arte De Saltar

Hay momentos que nos definen. Momentos en que la decisión es lo que cuenta. En que la vida se pone en frente de nosotros y es aquella acción la que define si vivimos o morimos. La reflexión a veces está de más.
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Se vistió como lo hacía todos los días. Desayunó como lo hacía siempre que podía. Besó a su marido como siempre cundo le daba los buenos días. Salió como siempre cuando iba a entrenar al Centro de Natación a un lado del Parque Beltrán.
Cabizbaja, se metió en su auto y condujo hasta el estacionamiento del Centro. Salió del él y fumó un cigarrillo antes de entrar. Se encontró con compañeros de su profesión pero los evitó con un movimiento rápido hacia los baños de mujeres. Ahí volvió a fumarse otro cigarro y aventó la colilla por el retrete. Jaló la palanca, bajó la tapa y se sentó.
Juntó sus manos como para rezar pero después las colocó sobre su rostro. Una lágrima asomó por entre sus dedos y cayó al piso. La mujer se sorprendió cuando otra entró en el baño y la vio sentada. Se levantó, se limpió el rostro (aun cuando su poco maquillaje quedó deshecho) y salió. Se dirigió a su auto para volver a maquillarse y en eso vio a su actual pareja conversando con una mujer, otra de sus compañeras de trabajo. Algunas veces había competido en pareja con ella, y habían ganado una medalla. Ahora la veía y no tenía ganas de competir. Ella ganaba.
Los siguió viendo por unos minutos más y después salió de su ensimismamiento. Decidió no volver a entrar y condujo por la orilla de la playa. Aquella playa a la que siempre le había gustado ir con su ex-novio. Ahora ya no.
Manejó hasta que quedó cerca de un precipicio. Salió del auto y se sentó en el capó del auto. Ahí estuvo pensando sobre su vida. Quizá podríamos poner algo sobre el soliloquio interno que sostuvo durante poco más de 1 hora, pero no es tan importante. La decisión que tomó es lo que nos importa.
Se quitó el pantalón y la blusa y sólo se quedó con el traje de baño que usaba en los entrenamientos y en algunas competencias. Su traje de baño de la suerte. Se acercó más al precipicio y habló, casi gritando:
-Salto en posición A, cuerpo extendido, piernas juntas, manos al frente, con entrada limpia. Tres giros hacia delante.
Ella lo hizo y entró al agua. No salpicó nada de agua. Había sido su mejor clavado en años y nadie lo había visto.
Ya no salió del agua. Decidió convertirse en sirena y quedarse en el fondo.

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