Veneno

Algunas veces nos sentimos mal. En ocasiones las decisiones que tomamos están bajo el influjo de los sentimientos que tenemos en determinada situación. Y tal vez algunas cosas que hacemos no son las correctas. Éstas deben ser pensadas y reflexionadas antes de hacerlas. Pero hay ocasiones en que no lo hacemos y con el hecho de pensarlas, las hacemos.

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En un hospital trabaja la señora Medina. Ella tiene dos hijos, uno de 2 años y otro de 5 meses. Se encuentra en la zona de maternidad. A veces va y viene junto con su compañera, pero la mayoría del tiempo se encuentra sola. Prefiere estar en la zona de pediatría, cuidando a los niños. Vigilándolos.
Cuando estaba embarazada de su primer hijo se sentía devastada. Su esposo la golpeaba y ella trataba de que los golpes no afectaran al niño que llevaba en su vientre, pero al final las consecuencias pudieron con él. Nació con Síndrome de Down. Para el primer año, la señora Medina trataba de dejarlo con la abuela del niño. Trataba de estar el menor tiempo posible con él, para no ver la realidad de su hijo, para no ver que no era lo que deseaba, a pesar de que ella no tuviera la culpa.
Meses después volvió a quedar embarazada. Su esposo volvió a golpearla pero esta vez ella puso más resistencia. Su segundo hijo nació normal. El único problema fue que su esposo la abandonó para irse con otra mujer más joven.
Se levanta de su asiento. Saca de un cajón una bolsa con polvo blanco y lo mezcla con agua en un vaso. Del vaso saca jeringas llenas hasta vaciarlo. Cuando las ha llenado por completo se acerca a cada una de las incubadoras donde hay un bebé dentro y aplica el contenido de las jeringas a las bolsas y así llegan a las venas de los bebés.
Normalmente una madre se preocupa por sus hijos. Pero ella no. Dejaba a sus hijos en la casa con comida en platos como si fueran perros. En realidad lo parecían ya que tenían sus nombres en cada uno de ellos. Además cuando regresaba les arrojaba las sobras que llevaba. No saría qué era lo que sentía por sus hijos: amor por tratar de que sobrevivieran, o muerte al tratar de matarlos con su descuido.
Quizá no lo había hecho bien, o pensó que tendría un mejor resultado si era más líquido, así que ahora les da una segunda vuelta a las bolsas de los bebés. Revisa a cada uno de ellos y se percataba que uno a uno dejan de respirar. El veneno ha resultado bien.
-¿Por qué tener hijos si no vamos a estar con ellos siempre? O nos morimos nosotros o se mueren ellos, o se van. -Dijo a su sombra-. En realidad nadie debería tener hijos. Es un poco estúpido sentir amor por ellos. De acuerdo al psicoanálisis nos sentimos felices al cuidar una parte que ha salido de nosotros, tenemos un vínculo inexpugnable. Pero también tenemos un instinto de muerte hacia ellos pues es una carga insoportable. No podemos cuidarlos siempre. Cada vez que nos despiertan a las 2 de la madrugada, cada vez que nos hacen enojar, cada vez que nos gritan, que nos muerden, que nos ensucian, que ensucian la casa, cada vez que nos preocupan. En esos momentos desearíamos que no hubieran nacido. Eso es por lo que las mujeres sufren muchas veces, con cada hijo. Y eso es lo que trataré de parar. Matar a estos niños para evitar el sufrimiento de sus madres.
Llega a su casa. Se quita la bata y la pone muy bien colgada en un gancho dentro del clóset. Se dirige a la habitación donde duermen sus hijos. Baja a la cocina a preparar una cena ligera y en ella inserta lo poco que quedó del veneno.
Más tarde cenará con sus hijos.

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