Pétalos Al Viento

Cuando alguien pasa por algo desafiante en su vida, lo último que quieren es recordarlo para sufrir por ello toda su vida, para darse cuenta que, ante cualquier vicisitud que complique la vida, aún se puede salir adelante. Pero no todos consiguen deshacerse de esos recuerdos, sin duda vuelve una y otras vez a nuestra mente para hacer de las suyas y darnos momentos de fragilidad emocional. Que tengamos buenas o malas estrategias de afrontamiento ante esas situaciones, será lo más indicado analizar.
Por supuesto, una de las cosas más importantes para que esos momentos no sigan causando daño a nuestra memoria y a nuestras emociones, es el apoyo de otras personas que logren ayudarnos. Cuando encontramos a una mano amiga, cuando estamos con un incondicional, sabemos que no estaremos solos y que cada situación que pretenda hacernos sufrir, no lo hará, ni al recordar malos momentos de nuestra vida.
Esto es lo que sucede en Pétalos Al Viento, segunda novela de la saga de los Dollangager, escrita por V.C. Andrews.
SINOPSISLos tres hermanos Dollanganger han logrado escapar de la mansión Foxworth, pero las cosas aún no se encuentran de lo mejor. Carrie se encuentra gravemente enferma y lo primordial es llevarla a un hospital, pero en el camino empeora y nadie parece ser empáticos con ellos, a excepción de una mujer muda que los acompaña con un doctor. Él es el doctor Paul Sheffield y, al ver a los niños, decide que es mejor que se queden a vivir con él. Al parecer las cosas comienzan a ir mejor, pero entrar a una rutina de cosas nuevas no es una muy buena opción para los tres chicos. La pequeña Carrie sufrirá el alejarse de los demás y de las burlas de los demás por su apariencia; Cathy comenzará a bailar, pero también conocerá a varios chicos que la trastocarán, al igual que Paul, y crecerá su venganza contra su madre; y Chris, quien sigue pensando en Cathy como alguien inseparable de él. La normalidad puede no ser algo para lo que estén preparados.
En esta segunda parte de la serie, la historia toma un rumbo diferente, al igual que el de los hermanos Dollanganger. Su vida se encuentra en un cambio constante después de escaparse de la mansión y todo lo que se encuentran fuera es nuevo o creen que es de una manera y termina siendo de otra. De esta manera, su relación, como hermanos, como huérfanos, como solitarios y como amantes, será complicada tras verse en contacto con más gente.
La historia nos vuelve a entregar un sube y baja de emociones, de todo tipo de sentimientos que nos hace brincar de alegría, confundirnos, hacernos odiar a algunos personajes y sentirnos impotentes por no poder ayudar a aquellos que han sufrido tanto y que, debido a ello, no han logrado avanzar más que con rencor y el sentimiento de venganza. Esto le sucede a Cathy quien, a pesar de estar en un lugar fuera, libre y llena de la libertad para poder decidir, es quien alberga en su interior la mayor cantidad de rabia contenida, la que no perdona absolutamente nada sobre lo que le sucedió en aquel ático, y por lo que, durante la novela, vemos su evolución de una joven asustada a una mujer decidida, no sólo a cumplir su sueño de ser bailarina, sino de vengarse de su madre (momento que nos recuerda bastante a «El Conde De Montecristo» de Alejandro Dumas). Eso la hace una mujer de cuidado, pero también de alguien que necesita cuidado, al sentirse sola y con una clara misión olvida lo que tiene a su alrededor y se confunde. Esto se nota en sus relaciones amorosas, las cuales no terminan siendo sólidas.
A pesar de que Chris es el mayor y quien entendió más lo que sucedió en el ático, es quien también decide olvidar y perdonar, aprovechar la vida que ha comenzado desde que llegaron con Paul y enfocarse en su deseo de ser médico. A veces decidir esto es una mala decisión, pero lo que hace él es algo bueno pues no termina corrompiéndose por una venganza. Lo que lo mantiene con fuerzas es querer estar con Cathy, y aunque ella lo impide, su deseo no ceja. A pesar de amor, logra distinguir sus deberes, sus estudios y su amor, sabe separar todo lo que vive, por lo que, ser mayor, es un gran aliciente para él, es un gran momento el que vive.
Quizá Carrie sea la que sufre más pues, cuando estaba en el ático, era una niña, sin embargo el entendimiento, la ausencia y la muerte de su hermano mellizo la ha hecho dura. Aunado a ello, debido a que era niña, absorbía todo lo que veía y oía, es por esto que todo lo que decía la abuela se ha incrustado en su psique y le impide vivir libre. A pesar de que sus hermanos le decía lo contrario, se creía una mala persona, pensaba que no merecía nada y se comparaba con todos debido a su físico, a su intelecto y a su vida en general. La vida no le parecía nada bueno pues sus sueños no se cumplían y pensaba que pesaba sobre ella una maldición, lo que reforzaba lo aprendido de niña. Es por eso que su personalidad era débil enfermiza y, aunque al final encontró alguien que la quería, no logró superar su aprendizaje.
Los personajes secundarios, o principales nuevos que aparecen en esta segunda parte, son muy bien expuestos. Desde el importante Paul Sheffield, hasta la aparición de la madre de los chicos y su nuevo esposo. Cada uno de ellos trabaja para darnos una fenomenal historia llena de drama puro, de suspenso y de un erotismo que se entiende. Este cambio de tinte es totalmente comprensible. La libertad de actuar hace que, todo lo que estaba reprimido, salga a la superficie de manera explosiva, desde su inteligencia hasta la sexualidad. Este último aspecto me recuerda a «Belinda» de Anne Rice, donde Cathy sabe su potencial, pero no sabe controlarlo, afectando a todo hombre con el que tiene, y tuvo, contacto.
Sin duda, es una secuela digna de la anterior, que mantiene la explosividad de la historia, que mantiene el interés del lector, que sorprende con nuevas narraciones. Aunque algunos momentos temporales brincan de año a año de manera poco ortodoxa, la historia se entiende. Y vamos hacia el tercero, la mitad de la serie.

• FICHA TÉCNICA •
Título Original: Petals On The Wind
Autor: V.C. Andrews
Año: 1980
ISBN: 978-607-312-469-0
Páginas: 552
• FRASES •
• La muerte puede ser una buena amiga para aquellos que sufren mucho.
• Los hombres no suelen hablar de amor con tanta ligereza como las mujeres...  Hay algunos que tratan de inquietarnos e interesarnos, y eso indica que quieren que la relación llegue más lejos. La mejor manera de medir ese interés es mirándoles a los ojos, pues nunca engañan.

 Calificación: 9/10 

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